Desde hace mucho tiempo, las bellezas naturales y el carnaval le otorgan a Brasil fama internacional, atrayendo a miles de turistas durante todo el año. La entrada de extranjeros al País pasó de un promedio de 1,5 millón de visitantes por año durante la década del 90 para más de 4 millones de visitantes del año 2000 en adelante.
Pero hay un atractivo especial que sólo se descubre al llegar aquí: el pueblo brasileño. Mucho más que los paisajes, la forma de ser y de llevar la vida de esta gente, sorprende por su simplicidad, disposición, esperanza, hospitalidad y alegría. Estudios realizados apuntan que el 75% de los turistas que buscan Brasil como destino de vacaciones, en primer lugar lo hacen por sus bellezas naturales; pero cuando llegan aquí, encuentran tanta hospitalidad que enseguida se encantan también con la mezcla de colores, razas y culturas de los “dueños de casa”.
Según las encuestas, cuando les preguntan sobre Brasil, los turistas extranjeros apuntan que una de las principales características de nuestro pueblo es la alegría. Alegría que se percibe en todos los momentos de la estadía en el País – sea ella en nuestra música, en el calor de las playas nordestinas, en la movida noche carioca o en la exuberante Amazonia. De ese espíritu caluroso y festivo nacen manifestaciones populares como el Carnaval, el Fin de Año y las Fiestas Juninas, famosos por la animación y alegría.
La voluntad de mostrar lo mejor de Brasil parece transformar este vigor en creatividad, maravilla de colores y sonidos que contagian a quien esté cerca.
Los resultados muestran, también, que el 52% de ese público vuelve a Brasil valorizando otro aspecto de esta tierra: su gente. Al final, además de apreciar algunos de los lugares más bellos del planeta – entre innumerables playas, paraísos ecológicos y ciudades históricas -, el visitante está siempre acompañado de personas listas para atenderlo bien, y dispuestas a mostrar lo mejor de cada paseo, convirtiendo el viaje en algo inolvidable.