Transitar por las calles y avenidas de Camboriú da sana envidia al ver el orden y el respeto que los automovilistas -y el tránsito en general- ofrecen ante los ojos de todos.
No es la primera vez que visito esta ciudad, pero, ya de veces anteriores, he podido observar la prolijidad y el correcto conducir del tránsito ciudadano, y el respeto total que recibe el peatón.
Todas las calles y avenidas, además de estar en perfectas condiciones, se muestran debidamente señalizadas en sus pavimentos.
Todos los vehículos se detienen ante la gruesa raya blanca que se encuentra en cada esquina, haya o no semáforos, y no después o encima de las sendas peatonales, para permitir el paso del peatón que en esta ciudad, creáse o no, tiene absoluta prioridad.
Es más, en las calles y avenidas donde puede no haber semáforos pero sí señales en el pavimento, el tránsito que fluye a muy moderada velocidad se detiene lentamente permitiendo el cruce de los peatones.
De más está decir que todo el mundo usa el cinturón de seguridad y que todos los motociclistas, más su “único” acompañante, usan el casco protector, sin excepción. Todo un ejemplo para esta ciudad.
Otro detalle para destacar en Camboriú es que no existen animales sueltos, los clásicos “callejeros”.
Allá, cada perro tiene su dueño que lo lleva con su correspondiente correa y la bolsita para recoger sus necesidades.
Además, quisiera hacer una referencia que surge sólo con observar el comportamiento de la gente en los lugares públicos y en la calle. He visto que la gente en Camboriú, al contrario de lo que sucede en muchos otros lugares, no es celular-dependiente. y sólo usa el aparato cuando tiene realmente necesidad de comunicarse. Muy saludable.